Hay que prestar atención a la siguiente imagen: es fácil descubrir un pequeño capricho de la naturaleza a lo lejos, un paisaje atractivo que sedujo a pintores como Monet, Courbet o Delacroix y es imán para miles de visitas, especialmente los locales franceses que acuden en masa en temporada alta.Étretat es una localidad de Francia situada en el departamento de Sena Marítimo, apenas un pequeñísimo pueblito aunque muy pintoresco, pero mucho más conocido por sus acantilados y el enorme arco natural conocido como "El ojo de aguja", que se llega a ver en la imagen. La playa junto al arco es un famoso paisaje retratado en cientos de cuadros, especialmente de Eugéne Boudin, Gustave Courbet y Claude Monet: la famosa costa de Alabastro.
La costa de Alabastro (Côte de Albâtre) se extiende por más de 100 kilómetros entre el estuario del Sena, y el estuario del Somme, siendo el final abrupto junto al mar de una meseta calcárea que forma acantilados de piedra caliza de un color muy claro, y erosionado por miles de años conformando algunas caprichosas cuevas y agujas de roca.
Es llamativo el contraste que se produce entre la piedra blanca y el verde del paisaje, sumado a la inmensidad del mar, que desde la altura parece aún más imponente. Los acantilados, son el litoral marítimo de una región tradicional de Normandía que se conoce como País de Caux, con una arquitectura rural tradicional de casas y palomares que se cuentan por cientos en la zona, y un paisaje de campiña tan típicamente francés.
El pueblo de Étretat, es sin dudas encantador y parece sacado de un libro de cuentos. Desde el año 1930, es un destino turistico que supo estar de moda y conservar al mismo tiempo, su aire rural y tranquilo. La gastronomía del lugar merece una mención aparte, por sus platos típicos exquisitos: nada mejor que probar un crépe acompañada con sidra natural. Los acantilados blancos de Étretat serán algunas de las imágenes de postal que quedarán en nuestra memoria, pero la región guarda muchos rincones para no olvidar.
El pueblo de Étretat, es sin dudas encantador y parece sacado de un libro de cuentos. Desde el año 1930, es un destino turistico que supo estar de moda y conservar al mismo tiempo, su aire rural y tranquilo. La gastronomía del lugar merece una mención aparte, por sus platos típicos exquisitos: nada mejor que probar un crépe acompañada con sidra natural. Los acantilados blancos de Étretat serán algunas de las imágenes de postal que quedarán en nuestra memoria, pero la región guarda muchos rincones para no olvidar. 
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